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Don't let me fall, trust me | ZIU

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Don't let me fall, trust me | ZIU

Mensaje por IU Lun Nov 09, 2015 11:23 pm

POR WOO JI HO EL VIE 17 JUL - 16:43
La noche anterior se la había pasado, literalmente, en un centro comercial de la clase media. ¿El motivo? Elly y los ordenadores. Solamente se le ocurrió a él dejarle caer a la chica que necesitaba una información que se encontraba en la base de datos de la central de la compañía que llevaban esos grandes almacenes. Por una parte pensó que podría conseguírselos desde una distancia prudente, incluso desde la propia base de operaciones; por otra, temía que las cosas se complicaran. Y así fue. Antes de querer darse cuenta estaban ambos colándose en plena noche en aquel lugar, no sin antes haber estudiado los sistemas de seguridad, los láseres y las puertas de seguridad, aquellas que solían ser abiertas por tarjetas especiales o por huellas dactilares. Parecía de coña que, en algún caso como aquel, los centros comerciales estuvieran mejor protegidos que algunas empresas. Pero aquello no era nada nuevo para ninguno de los dos. Zico se había pasado planeando robos inmensos en bancos, por ejemplo, muchísimo tiempo. El último, aquel que podía recordar como el mayor fallo jamás cometido por él, lo estuvo planeando por más de un año. En resumen, consiguieron dar con la forma de esquivar las trampas y los acertijos para poder conectarse, a través de uno de sus aparatos que él no conseguía comprender, al ordenador central y sacar la información que necesitaba. Salieron de la misma forma que entraron. O bueno, quizá un poco más rápido, en definitiva, pues escucharon los pasos de los guardias de seguridad, y no era plan de querer ser cautelosos y tener que matar a alguien. Al menos no aquella noche. No le quería dar tanta ventaja a la misma mujer que, unos días atrás, se había encargado de "amenazarlo".

En definitiva, se tiraron prácticamente toda la noche en aquel lugar, llegando al territorio sur en alguna moto robada que él mismo consiguió, y que posteriormente pasó a uno de los contactos que tenía que se dedicaban a la mierda esta de ser mecánicos, para que quitara la numeración de seguimiento al vehículo y la arreglara un poco para tratar de no cantearse demasiado al dejarla prácticamente idéntica. Mandó a Elly a dormir a la base, sabía que, o bien lo hacía, o le daría uno de sus ataques, pues suficiente tuvo con tener que taparla la boca con fuerza con una de sus manos en más de una ocasión para que no empezara a descojonarse allí mismo y encendiera todas las alarmas sensitivas por voz. Él, por lo pronto, acabó entrando a una de las salas privadas, a las que únicamente solía entrar él, a no ser que diera la orden de que entrara otra persona, donde se encontraba la mayor parte del cargamento de armas de fuego con las que tenían que traficar. Acabó sentándose en una de las más altas cajas de madera, una de las que estaban llenas de las armas menos trabajadas, pero aún así bastante caras y buenas. Dejó colgando su pierna izquierda, apoyando el pie derecho sobre la parte superior de la caja, apoyando, también, su espalda contra la pared y sacando uno de los cuchillos que tenía siempre encima, además de una navaja de mano para afilarlo, y en eso se entretuvo durante un rato, hasta que le vino en mente aquella mujer que había estado huyendo de él durante casi una semana, incluso quizá más. Clavó el cuchillo en una de las tablas de madera de la caja y sacó el prepago, observando la pantalla completamente dañada, pues la había reventado a causa de tantos golpes dados de un mes para atrás hasta el momento, y la mandó un mensaje: "A la privada. Ya. Y déjate de gilipolleces de cría".

Zico tenía a IU en un pedestal, la consideraba bastante madura, una chica seria, con los ideales por encima de todas las cosas, y un carácter brillante, además de unas características físicas perfectas para lo que se dedicaba. En cambio, desde aquel encuentro en la azotea, desde aquel pequeño beso que había dejado sobre sus labios, y, sobre todo, después de los numerosos tiros que pegó a la puerta, y que él escuchó claramente, aquellos pensamientos que tenía sobre ella habían comenzado a temblar. Pero no, él no era alguien con prejuicios, y no la iba a juzgar por ello, no por el momento. En cambio, si no tenía el valor de acudir a la llamada que acababa de hacerla, dejaría todo bien claro, y tendría que pensar en cambiar toda su confianza por lo contrario, por escepticismo. Cerró la tapa del móvil, lo dejó apoyado a uno de sus lados, retiró con fuerza el cuchillo clavado en la madera, y siguió afilándolo, con los ojos entrecerrados, la mandíbula bien marcada y la mente prácticamente en blanco. En el fondo, realmente, esperaba que no fuera a defraudarlo, y que, por lo menos, tuviera el valor de asistir y hablar con él. Además, tenía una misión asignada desde hacía muchísimo tiempo, y no le había dado ni la más mínima información. Joder, realmente no quería comenzar a desconfiar de ella. No, de ella no. Pero tampoco tenía motivos para no hacerlo. Si algo había aprendido desde hacía unos años atrás, es que no podía confiar en absoluto en las mujeres. Y ella, la misma que le había dado a comprender que se equivocaba, estaba siendo la causante de que las dudas regresaran a él una vez más. De ese mismo modo, entre los nervios, el enfado, y la tirria por no haber dormido en absoluto, cosa que se observaba a la perfección en sus pronunciadas ojeras, acabó afilando, a lo poco, cinco de las siete armas blancas que llevaba en aquel momento encima.




Mensaje POR LEE JI EUN [IU] EL LUN 20 JUL - 3:35

Decir que estaba molida era poco. Los pies adoloridos de portar tacones durante todo el día y el rostro pesado por el maquillaje artificial. Esa no era ella, esa era tan sólo la versión de IU que empleaba para colarse en la zona rica de la ciudad, la que sacaba a relucir cuando Zico le encargaba esa mierda de misiones. Al menos ella lo tenía fácil. Se había criado en una cuna de madera noble rodeada de protocolos así que el hecho de actuar como alguien del barrio pijo no suponía un gran reto, tan sólo debía volver a sus tiempos jóvenes. Lo bueno de todo eso era que había pasado una semana fuera de la base de operaciones, una semana lejos del alcance de Zico y una semana en la que había podido pensar con claridad en todo lo que había pasado. Como el día anterior. Por la mañana se había escondido entre las estanterías y los libros de su amada biblioteca. Por la tarde había conseguido escaquearse y pasar el rato dejándose ver entre los grandes rascacielos de esa parte de la ciudad, repletos de tiendas de lujo y empresas importantes. Y por la noche, negándose a quedarse expuesta a un encuentro de madrugada con su líder, decidió salir de un par de pubs de pijos para dejarse ver. Sabía dónde abordaría a su objetivo y para eso debía frecuentar los lugares de vida nocturna, dejar que los seguratas y los barmans conocieran su rostro. Tampoco era tonta y se había encargado de tomar precauciones. Al día siguiente de que le asignara la misión, ella había corrido a teñirse el cabello de ese castaño casi rubio que odiaba, que empleaba para no ser tan fácilmente reconocible, dejando atrás su melena negra como el azabache. Si había algo que no podían negarle, era el hecho de ser una profesional. Amanecía cuando ella regresaba a la base de operaciones con el cielo teñido de tonos rosas y naranjas. Lo único que deseaba era hacer contacto con su destartalada cama y dormir hasta la tarde, aprovechando que ese día no debía trabajar, pero un sonido interrumpió sus pasos. Justo después de atravesar la puerta de la base un repiqueteo sonó desde el fondo de su bolso. Sacó su móvil y observó con una mueca el mensaje de su líder. Hasta ahí llegaba su huida, no podría seguir de esa manera, no más.

Arrastrando los pies sobre el suelo, sin más ganas de caminar ni de moverse porque llevaba trabajando desde hacía veinticuatro horas fácilmente, emprendió su marcha hacia la zona privada tal y como se le indicaba. Pensó en descalzarse al menos, deshacerse de la tortura de los tacones de infarto, pero no era tan inconsciente como para pisar con pies desnudos ese suelo que estaría repleto de cristales rotos, casquillos perdidos, restos de comida y otras suciedades que prefería no imaginar. Hizo una parada técnica por la cocina para recoger un par de tostadas y untarlas con mantequilla y mermelada. Si tenía que soportar a Zico al menos lo haría con el estómago lleno, no sin haber desayunado. Pensó en pasar por su habitación a cambiarse de ropa, ponerse unos pantalones de deporte y quitarse el maquillaje, pero eso requeriría demasiado tiempo y él no era conocido por ser alguien paciente. Así que decidió seguir su camino tal como estaba, con un vestido de ligeros encajes negros intrincados con brillantes de imitación, demasiado aparatoso para un lugar como ese, con el maquillaje ligeramente corrido tras las horas de trote en el que aún se apreciaba la marca de su pintalabios rojo y del delineador de ojos.

Durante el corto camino hacia la zona privada su cabeza giró en torno al enfrentamiento que iba a tener. Y déjate de gilipolleces de cría. Sabía perfectamente a lo que se refería. Igual que sabía que no debería haberse dejado llevar en la azotea y haber vaciado su pistola contra una puerta inocente. Igual que sabía que no debería haber huido durante toda una semana. Igual que sabía que estaba haciendo una montaña de un grano de arena. Había sido un simple pico, un roce inocente de unos segundos, pero sentía que si no era tajante desde un primer momento las cosas se saldrían de madre. Y eso era lo último que quería. Su principal objetivo en ese momento era complacer a Madrunners y a Zico, en el sentido de líder, y para eso debía centrarse en lo que le mandaban. Desde siempre había tenido esa reputación de zorra prepotente, como oía que solían llamarla, sin hablar mucho con nadie y con la cabeza bien metida en lo suyo. Lo único diferente era que Zico sabía lo que había ocurrido para que ella se volcase más que nunca en su trabajo. Esa vez no había podido ocultar las cosas como tenía por costumbre. Y la enervaba, odiaba sentir que se veía como una estúpida cría ante él, una niña se lloriquea y huye porque le han alterado las hormonas. Si al menos él supiera lo poco cierto que era todo eso, si al menos supiera el verdadero motivo de su revuelo... Pero el lloriquearle y confesar todo su pasado no entraba en sus planes, prefería perder el respeto de Zico que quedar al descubierto de esa manera. Al fin y al cabo, todos guardaban secretos, solo que algunos más grandes que otros.

El sonido de los filos de cuchillos al entrechocar y deslizarse uno contra otro atrajo su atención. Conocía muy bien esa clase de sonidos. Desenfadada, se dirigió hacia la zona de donde provenía el sonido, preparando rápidamente su cara de póquer para que Zico no la calase de buenas a primeras. Dio un mordisco a la única tostada que le quedaba, puesto que la otra había desaparecido por el camino, y se encontró de frente con Zico. Sentado con esa pose tan suya de "aquí estoy yo", afilando cuchillos como si no tuviera nada mejor que hacer con su tiempo muerto. ¿Acaso era una amenaza? No, contuvo la sonrisa al imaginarlo. Zico no la mataría por algo como eso, a lo sumo le retiraría el privilegio de su confianza. Adiós a sus clases de control de armas. Adiós a ser la primera en la que pensase cuando tenía una misión que encargar. Adiós a tantas cosas... Pero no adiós a su vida. Se sentó grácilmente sobre otra de las cajas medianas de madera, recostando la espalda contra la pared y haciendo un esfuerzo sobrehumano para ocultar la mueca de alivio y dolor al sentir sus pies descansar por fin. Aunque no pudo evitar el leve suspiro de placer que se le escapó de los labios. Cruzó una pierna sobre la otra y dirigió su mirada a Zico sin amedrentarse ante él. Sabía, en lo más hondo de su corazón, que no había hecho nada malo, y con eso se conformaba.

— ¿Qué ocurre, Zico? Sólo quiero irme a dormir. Llevo una semana trabajando en esta maldita misión sin un puto descanso, estoy molida. —Un nuevo mordisco desinteresado a la tostada que le proporcionó unos cuantos segundos antes de volver a hablar.— Tendré la información completa mañana o, como muy tarde, pasado mañana, si es lo que quieres saber. ¿Algo más?




Mensaje POR WOO JI HO EL JUE 23 JUL - 19:51

Zico no era una persona que se preocupara por nadie. No pondría, en la vida, la mano sobre el fuego por otra persona diferente a sí mismo, no después de toda la mierda que llevaba sobre su espalda, no después de todas las heridas que había tenido que curarse por sí solo, tanto internas como externas. Traiciones, engaños, puñaladas por la espalda de compañeros, de... supuestamente, amigos; mentiras y apariencias sobrecargadas por parte de su "familia", de esa misma que le habían hecho llegar a donde ahora mismo estaba. De esa misma de la que renegaba completamente, y renegaría hasta el final de sus días, llegara pronto o tarde. En cambio, por algún motivo, desde que conoció a aquella mujer que aparentaba ser boca cosa, pero que en su interior era una de las personas más fuertes que se había echado en cara, comenzó a echar un ojo a lo que hacía, a cómo lo hacía. En definitiva, terminó interesándose, de un modo u otro, en la pequeña IU, como se hacía llamar. No era la primera persona que recogía de la calle, no era la primera a la que tendía una mano y ayudaba a levantarse, a quien alentaba para seguir adelante, para hacerse notar, para luchar por sus derechos, por su orgullo. No, no fue la primera, ni tampoco sería la última, pues tras ella vinieron otras tantas, tanto por sus propios pies, como por casualidades que les ponían frente a él en algún momento. Por el contrario, desde que la vio en aquella situación, desde que la tuvo lo suficientemente cerca como para saber que ella necesitaba ayuda, y que él podía dársela, llevó aquella especie de "trato" a algo más personal. IU, de buenas a primeras, acabó convirtiéndose en la mano derecha del líder de los MadRunners, en su aprendiz, por decirlo de algún modo. Y la necesidad de cuidarla y de asegurarse de que perfeccionara sus habilidades para no tener que preocuparse demasiado por si le pasaba algo cuando él no estuviera cerca, incrementó cada vez más, alargándose hasta la actualidad.

El día en el que la propuso aquella misión tan ambigua, podía decirse que estaba, literalmente, hasta los cojones de mierda. Problemas externos, y ahora, por lo pronto, problemas internos con un jodido Ladon. Pero claro, él mismo se había jurado no intervenir en las vidas personales de sus aliados. Nunca había preguntado a alguno de los que había acogido en las paredes de su base por su pasado, ni nunca lo haría; si ellos querían contarle algo, él escucharía, pero no presionaría a nadie para que cantara. En cambio, daba por hecho que aquella relación que tenía Gain con uno de los más denotados Ladons no podía ser nada bueno para la banda. Él mismo sabía de buena mano lo lejos que el amor llevaba a las personas, y la estrechez que había en aquella relación de amor-odio no era de fiar en absoluto. Aquella noche... bueno, aquella noche estuvo a punto de lanzarse a por aquel pijo de mierda y rebanarle el cuello, pero la gente que había por allí consiguieron serenar su ira. Por el contrario, era evidente que todos sabían que no se iba a quedar quieto. Lo primero en la mente de Zico era, es y será, proteger lo que durante tantos años ha estado construyendo. La banda para un líder es como un hijo para un padre. Pese a todo, aquello que tanta prisa le corría, estaba llevando demasiado tiempo a una de las personas más eficaces que conocía, y por si fuera poco, esta persona huía de él como si de la peste se tratara, y él no podía dar preferencias a nadie en un asunto como aquel. Quizá, tan solo quizá, la información que sacara de Jaejoong podría ser una fuerte baza para empezar a acabar con la banda de la zona rica.

Pasaban los minutos y aquella misma persona que le había hecho preocuparse por un motivo u otro durante tantos días, no tenía el valor de entrar en el lugar donde la había citado. O si no fuera por el tema de valor, quizá estuviera empezando a jugar a ponerle de los nervios. Todos sabían que Zico no esperaba por nadie. Y también era conocido el hecho de que, en el momento en el que el líder se pone nervioso, no es un buen momento para estar cerca de él. Quizá era el hecho de estar rodeado de tanto loco lo que le hizo comenzar a perder la cabeza en algunos momentos en concreto. Fue a separarse de la pared y a bajar de aquella alta caja cuando escuchó la puerta abrirse, la misma puerta que había dejado sin cerrar en condiciones, con la seguridad y esas mierdas, para no tener que levantar el culo e ir a abrirla. Cuando la vio pasar, a pesar de que no había demasiada luz en aquel cuarto, tan solo la de una bombilla a punto de fundirse y la que entraba desde fuera cuando se dispuso a pasar dentro, pudo observar los cambios que había hecho en su físico. Cambios que le recordaron, demasiado, a las tácticas que solía utilizar la conocida líder de Outlast. Paseó sus ojos por el cuerpo de la chica, alzando la barbilla para que se acordara de cerrar la puerta una vez estuviera dentro. Y sí, es obvio que se percató de lo preciosa que estaba, de lo bien que realzaba sus curvas aquel vestido, de su pelo teñido y del maquillaje a medio quitar que invadía su nívea piel. Pero, pese a todo éso, la única impresión que le dio el verla así era la de que era una niña jugando a los disfraces. Y eso, en cierta parte, pese a lo hermosa que estuviera, le decepcionaba. Zico quería información, quería venganza, no que ella se paseara así frente a los ojos de cualquier pijo en la zona rica, o en la media, ni siquiera en los barrios que él controlaba.

Esperó en silencio a que se sentara, a comprobar cómo reaccionaba, a ver lo que hacía, lo que decía, para saber por dónde llevar la conversación y no cagarla de buenas a primeras. Cuando ella abrió la boca por primera vez, dejando fluir bastantes palabras sobre lo cansada que estaba, sobre las ganas que tenía de coger la cama, no pudo evitar soltar una irónica y seca carcajada, alzar una de sus cejas y clavar otra de sus armas blancas en la madera de la caja sobre la que estaba sentado. La miró con total incredulidad. Pese a todo, después de llevar tanto tiempo con una misión sencilla como aquella, tenía la cara de hacerle esperar, de huirle y de, además, quejarse sobre lo cansada que estaba. Cuando acabó de hablar, cuando dejó de tratarle como si nada, fue cuando fue quitando, una a una, las mismas armas que había estado clavando y afilando todo aquel rato. -¿Crees que somos expertos en disfrazarnos? ¿Que esto es un desfile profesional? -El tono de su voz sonaba más serio y brusco de lo normal, su voz se volvía más grave con cada palabra que dejaba salir, y su mirada más afilada y profunda. Si mal no recordaba, jamás la había hablado así, no a ella. -¿Te estás tomando esto como un juego, IU? ¿Te tomas como un juego el hecho de que, quizá, aquel estúpido pijo solo quiera información de Gain y luego la quiera muerta? ¿¡Es ésto para ti un puto juego!? -Bajó de la caja donde había estado sentado durante bastantes horas tras decir aquello, habiéndose guardado de nuevo sus pequeñas. Quedó frente a donde ella estaba sentada, dejando sus manos a cada lado de su cuerpo, sin que se pudiera mover si él no quería. -El hecho de que te pongas más bonita de lo normal no quiere decir que vaya a cambiar una mierda. En cambio, el que lleves semanas con una mierda de misión y, todavía, te me vengas a quejar de lo cansada que estás, dice mucho de cómo te tomas mis órdenes. -Las palabras rasgaban su garganta desde dentro, hacía presión con sus manos sobre la madera, y las venas de su cuello, frente y brazos comenzaron a hacerse notar cada vez más. Hacía demasiado tiempo que no se ponía de aquel modo; y, aunque fuera cierto que estuviera pagando parte de su enfado acumulado con ella, el hecho de que la única persona que nunca le había defraudado estuviese decepcionándole de aquel modo, le reventaba. Y eso era un hecho. -Encima tienes la cara de no coger mis llamadas, de ignorar mis mensajes y de huir de mí. ¿Por qué cojones haces esto TÚ, IU? ¿Ya te has cansado de jugar a ser parte de mí? -Chascó la lengua contra sus dientes, relajó la frente y se apartó de ella, no sin retirarla con cierta brusquedad lo que quedaba de tostada entre sus dedos, para dar un mordisco él. Dio unos pasos hacia atrás, haciendo que las cadenas que llevaba en sus pantalones sonaran a cada paso que daba mientras se llevaba su mano libre hasta su pelo, enredándola en él, maldiciendo por lo bajo su suerte. Terminó por darse la vuelta, mirándola de nuevo, odiando verla así en lo más fondo de él, incluso no en un lugar tan oculto. -¿A qué estás jugando, IU?





Mensaje POR LEE JI EUN [IU] EL MAR 15 SEP - 23:38

A veces, cuando no tenía nada más en lo que ocupar la mente, le gustaba preguntarse cómo la percibían los demás, qué tan indefensa la vería Ga In o qué pensaría el indescifrable Zico de ella. Era un pasatiempo entretenido porque nunca conseguía hallar la respuesta correcta, todos se mantenían en la sombra, como icebergs, mostrando tan sólo una pequeña parte de todo su ser. También le gustaba pensar que ella era la que más ocultaba, que era la que menos se arriesgaba. Por esas mismas cosas se sentía capaz de hacer frente a toda clase de situaciones, porque todo rebotaba contra la coraza de IU y nada conseguía llegar hasta Ji Eun, no lo conseguían porque no sabían de su existencia, y ese era el método más efectivo de defensa. Ni siquiera Zico, siendo esa persona con la que había conseguido establecer un lazo mayor, habiéndose convertido en su punto de referencia para no perderse en las neblinas de su existencia, sabía algo más allá de lo que ella le permitía conocer. Y aunque a veces le daban ganas de hablar con alguien, de soltarlo todo, pensaba en recurrir a su punto seguro personal, a pesar de que descartase esa idea casi de inmediato y procediese a comerse sus propios marrones. Por eso, en cuanto vio lo que se le venía encima, sintió como ese hilo que sentía que los unía se estiraba, tensándose como nunca, amenazando con romperse y llevarse con él todo sentimiento de seguridad y confianza que tuvieran depositados el uno en el otro. Se negaba a aceptar que todo se fuera a la mierda por un mínimo error, como un castillo de naipes siendo azotado por una brisa primaveral. Fue por ese mismo motivo que decidió callar, callar y comerse toda la mierda que Zico tuviera que soltar hasta sentirse a gusto, porque sabía que dijera lo que dijese, no iba a servirle de nada. Era prácticamente imposible razonar con él en ese estado y aunque pudiese haberlo conseguido en un pasado, esa noche no creía tener las fuerzas necesarias para lograrlo.

Se mordió el labio inferior para forzarse a callar, a no decir ni mu, pero aún así se mantuvo firme mirándole a los ojos para que supiera que no se amedrentaba por lo que le dijera, que no se haría pequeñita ante él aunque Ji Eun tuviese ganas de salir corriendo. Una ceja, perfectamente peinada para la ocasión, se alzó y se arqueó formando una mueca de incredulidad. No sabía qué era lo que más le jodía, si los reproches, si los sin sentidos que decía o si la forma en que se lo decía. En su mente comenzó a formar posibles contestaciones, respuestas que se quedaron en hilos de pensamiento que se disipaban entre la impotencia que sentía. Tenía tantas cosas que decirle... pero no diría nada. Aunque sí que quiso retarle a poner a cualquiera de las chicas de Madrunners en su puesto para comprobar cuántas serían capaces de infiltrarse como ella y llegar a hacer contacto con el mismísimo Jaejoong. Tan sólo por simple curiosidad científica. Que pensara que se lo tomaba como un juego casi la hizo reír, no en el buen sentido, sino con una risa deforme de esas que le salían cuando se le comenzaban a cruzar los cables. Parecía mentira que creyese que ella se lo tomase como una diversión, que pusiese en peligro la vida de aquellos que se habían convertido en su familia, y sobretodo cuando hablaba de Ga In, a la que en esos momentos le debía la vida entre otras cosas. Tenía que estar de coña. El mordisco en su labio se intensificó cuando Zico la acorraló sobre la caja y podría haber jurado que llegó a sentir el sabor metálico de la sangre en la boca, camuflado con el pintalabios rojo. Que aún encima tuviese la poca decencia de tratarla como una presa, que la tuviese así como si fuese alguna de las muchas chiquillas a las que podía amedrentar y manipular a placer. Contuvo las ganas de rodar los ojos simplemente porque sabía que no le traería nada bueno. El hecho de que pensara que no tomaba en serio sus órdenes le dolió, le dolió porque la verdad es que ella siempre tomaba en cuenta todo lo que Zico decía, hasta el más mínimo apunte o consejo, todo, desde la primera noche en que se conocieron, pero se veía que había hecho un buen trabajo ocultado sus emociones y su interés cuando el jefe hablaba. Pero hubo algo que le llamó la atención, algo que consiguió calar más hondo que el resto de reprimendas que resbalaban contra su coraza. ¿Por qué cojones haces esto TÚ, IU? ¿Ya te has cansado de jugar a ser parte de mí? Sus pestañas se agitaron con incomprensión e intentó buscar algo en los ojos de Zico que lo explicara. Al momento de oír esas frases se olvidó de las venas notorias en su cuello que podrían hacerla pensar que iba a estrangularla allí mismo con sus propias manos, y pasó a centrarse en lo levemente rasgada que sonaba su voz. Tan concentrada estaba en analizar eso que no le importó que le arrebatase su comida, tenía algo más importante entre manos.

Sin embargo, no pensaba quedarse ahí parada recibiendo palos, entonces no sólo lo decepcionaría a él -cosa que se negaba en rotundo a hacer-, sino que se defraudaría a sí misma, y a toda su banda por no haber conseguido nada, y a su familia por ser una incompetente. Alcanzó su bolso y lo abrió sobre una de las cajas más altas, extrayendo de su interior una cartera de hombre con cuero entrenzado y unos intrincados grabados en la parte trasera. La dejó a un lado y extrajo un teléfono móvil, uno de esos smartphones de última generación que no se acostumbraban a ver en esos lugares. Se puso en pie con gracia y la cabeza bien alta, como si todo lo que Zico acababa de decir no tuviera importancia. Primero le demostraría que esa semana no había sido en vano, que ella no se tomaba las cosas como un juego y que, por encima de todo, seguía siendo digna de su confianza, aunque si después de lo que ella tenía que decir seguía opinando lo mismo, no sería quién de discutirle nada. Se aclaró la garganta y se humedeció los labios antes de comenzar a hablar.

— ¿Sabías que cuando una chica atractiva y bien vestida, comienza a pasear por las zonas de las oficinas más importantes de la ciudad, consigue que los peces gordos se fijen en ella? También, cuando finge estar lo suficientemente ebria e indefensa, esos peces gordos bajan la guardia y se centran en lo que buscan de esa chica, puro placer sexual. Cuando hablamos de placer sexual el contacto físico está implícito y cuando no tienes que preocuparte por que la otra persona sienta cosas indebidas, resulta muy sencillo conseguir lo que quieres. —Informó, agitando el móvil ante los ojos de su líder.— Es el teléfono móvil de Kim Jae Joong, supuse que sería interesante que Elly viese qué tiene dentro, no supondrá un gran reto para ella meterse dentro de este aparatito. —Comentó, aunque para ella todo el tema de sistemas informáticos y demases escapaba a su entendimiento. Ella era buena en el trabajo de campo y en las estrategias, pero las máquinas no eran su punto fuerte. Aunque ella jugaba con la ventaja de que conocía la clave de desbloqueo, otra ventaja de que Jaejoong la considerara una jovencita inocua.— Su cartera. —Puntualizó, dejando el móvil en la mano de Zico y recogiendo la cartera para abrirla y comenzar a sacar cosas.— Toda su documentación... —Fue enumerando mientras dejaba el carnet de identidad o el carnet de conducir caer con un ruido sordo sobre la caja de madera, justo después de que ella los sacara de las ranuras correspondientes.— Sus tarjetas de crédito... —Añadió, repitiendo el proceso.— Creo que es otro tesoro que puedes encargar a Elly y a E.co, será interesante duplicar las tarjetas para conseguir más fondos para Madrunners. —Comentó, como una posible idea, ya que se veían algo ajustados de presupuesto.— Déjame ver... Quinientos mil treinta y siete wones en efectivo... —Dejó el fajo de billetes sobre la pila de tarjetas intactas.— Y bueno, pensaba hacerlo mañana por la mañana, por eso decía que mañana tendría todo acabado, pero la descoseré para ver si tiene algo guardado dentro del forro. Con estos pijos nunca se sabe, les encanta copiar películas de espías. —Se encogió levemente de hombros, dejando la cartera vacía y desnuda junto al montón de cosas que acababa de recopilar, y se giró para encarar a su líder.— También sabrás que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Resulta que Jae Joong vive frustrado porque, al menos hasta la fecha, no ha conseguido ser el líder de Ladons, una gran decepción. Su familia también está jodida y, bueno, entre una cosa y otra no dejaba de repetir el nombre de Ga In. No me pareció la actitud de alguien que desea matar a otra persona, creo que es algo mucho más jodido que entorpecerá mucho más las cosas. Y lo peor es que si acaban muertos, no será porque se maten entre ellos, sino todo lo contrario. —Lo dijo con total naturalidad. Y es que para ella el amor representaba la muerte. Minhyuk había sido la causa de que tuviera que fingir su propia muerte y dejar atrás su vida. Minhyuk había sido el culpable de la muerte de su hermano. Y por cómo hablaban Ga In y Jae Joong, sabía que su historia iba mucho más allá de la sed de sangre, era algo mucho más profundo con lo que ella no estaba o no quería familiarizarse.— Además... El otro día tuve una charla de chicas con Ga In... —Se ahorró el detalle de que había sido justo después de que intentasen violarla en un callejón a plena luz del día. Zico no debía saber esas cosas, no eran de su incumbencia y tampoco le importaban en lo más mínimo puesto que tenía cosas más importantes que hacer que andar por ahí preocupándose de que ella estuviese a salvo.— El caso es que Ga In no parece muy dispuesta a retomar lazos con él, o al menos eso dice, pero ya te imaginas cómo va eso, si Jae Joong consigue volver a engatusarla, puede que la perdamos... —La última parte la dijo en un murmuro quedo, casi sin atreverse a asimilar la idea de que Ga In podía abandonarlos por culpa del enemigo.

Se cruzó de brazos sobre el pecho, haciendo que el vestido se ciñera aún más en algunas zonas y cayese flojo en otras, y se acercó un paso más hacia Zico, inclinando la cabeza para mirar hacia arriba debido a la diferencia de altura, aún con los tacones puestos. En otras circunstancias, se hubiera fijado en lo carnosos y suaves que asemejaban sus labios, esos que habían desencadenado tantos problemas desde hacía una semana; hubiera reparado en la forma en que brillaban sus ojos cuando tenía demasiadas emociones acumuladas dentro; hubiera hecho hincapié en la forma en que las venas de su cuello y sus brazos se hacían notar por debajo de la piel cuando se contenía de sacar a relucir toda su furia. Pero no estaban en esas circunstancias, había pasado tres años sin reparar en esas cosas y pasarían otros tres, otros seis, otros trece, hasta que uno de los dos se fuese, en cualquier sentido de la palabra. Ese hombre que tenía delante era su líder, su salvador y su punto de referencia, pero nada que se alejase de esa zona, y cada vez que se lo quedaba mirando fijamente de esa manera, se mentalizaba aún más de ello. Al igual que ella sólo era su ayudante, una más de sus muchos subordinados, aunque en realidad no tuviese un sueldo como tal. Se esforzaba en hacer bien su trabajo y en relacionarse lo justo y necesario, no necesitaba más para vivir, o más bien, para existir, porque sentía que hacía tiempo que había dejado de vivir como tal.

— Espero que tras estos largos años y toda esta... "charla"... te haya quedado claro que yo no me tomo nada como un juego, pensaba que lo había demostrado hacía tiempo. Sabes de sobra cómo trabajo, sabes de sobra que siempre cumplo con mi deber. —Aclaró, sintiendo ponzoña y dolor teñir sus palabras. No era lo que quería, no quería que Zico supiera que todo eso le afectaba en demasía, por lo que se forzó a mantener su máscara de hierro en la cara, sin expresar emoción alguna.— Tan sólo quiero aclarar una cosa. Lo ocurrido la semana pasada fue una gilipollez que no debería haber ocurrido, aún no entiendo por qué lo hiciste pero sé que, por el bien común, no se repetirá. Yo estoy aquí para trabajar y cumplir mi deber como miembro activo de esta banda, no para jugar a nada.




Mensaje POR WOO JI HO EL SÁB 19 SEP - 2:34
Con el paso del tiempo, Zico había aprendido varias lecciones a base de caídas, de palos, dados por todos lados, de golpes y de decepciones. Sobre todo de decepciones. Entre todas esas cosas que había aprendido, se encontraban dos lecciones que se repetía una y otra vez, la primera era que tenía prohibido volver a recaer en la miseria por una mujer, que no se podía volver a enamorar; que eso era para débiles. La segunda era que no podía confiar en absolutamente en nadie. Ninguna persona era amiga suya, ningún miembro de su banda debería tener ninguna clase de información sobre él, algo de donde le pudieran coger y jugar con él a su gusto hasta hacerlo caer de golpe y ganar esa batalla. Y, por supuesto, tampoco tenía que confiar en ninguna mujer. Las féminas eran aceptadas en la banda, pero no debían de acercarse demasiado a sus asuntos, ni él a los de ellas. No se fiaba de las del sexo opuesto. O eso creía, eso mismo había creído durante tantísimos años desde aquel infortunio con la policía, hasta que comenzó a coger tantísimo aprecio a la pequeña persona que tenía frente a sus ojos en aquel momento,  aunque quizá nunca se lo dijera. Si la decía que la apreciaba, que se sentía obligado a ponerse frente a ella y de cara a cualquier bala, todo habría sido en vano, tantos años, tanto trabajo, tantas cicatrices, en vano. Un hombre perteneciente a una de las bandas más peligrosas del país tenía absolutamente prohibido sentir amor, o algo cercano a eso. Eran heridas abiertas, dianas en fosforito, obstáculos fáciles. Si volvía a estallar la guerra, ya fuera entre bandas o entre ellos y la ley, sabrían bien cómo conseguir que Zico se entregara, y estaba completamente indispuesto a hacerlo por nadie, y menos todavía por una mujer. Al fin y al cabo, únicamente había habido una mujer en su vida que nunca le hizo mal, no más allá de bofetadas, arañazos e insultos, y aquella mujer, después del reencuentro que habían tenido hacía ya algo de tiempo, volvió a desaparecer de su vida, como hacía tantísimos años. En fin, parecía ser que, incluso, Hyun Young también le había hecho daño. ¿Cómo sería posible que se fiara de una mujer después de su largo historial? ¿Cómo, además, tenían la cara de echarle la bronca las mujeres con las que pasaba algún tiempo, diciéndole que no las trataba como se merecían? Aunque, entre todas esas posibles preguntas, había una que era realmente importante, aunque nunca la pronunciaría más allá de en su cabeza: ¿Cómo había logrado aquella muñeca quedársele tan grabada?

A medida que pasaba el tiempo y él seguía echándola cosas en cara… a medida que seguía avanzando en la conversación y ella no contestaba, ni se dignaba a mover los labios para hablar, ni le gritaba o simplemente hacía un simple amago de irse, se enfadaba más, tanto consigo mismo como con ella. ¿De verdad tragaría todo aquello sin soltar ningún comentario? ¿No le callaría la boca como solo ella sabía hacer? Quizá, al fin y al cabo, fuera de esas que se desahogan cuando ya es tarde, como con aquellos balazos que pegó a la pared en la azotea en lugar de preguntar o reaccionar. Estuvo a nada, a unos segundos más de coger e irse por donde había entrado, cuando la vio bajar de las cajas donde había estado sentada todo aquel rato, sin decir palabra alguna, sin hacer ruido siquiera al respirar, y sacar una cartera y un teléfono que, por lo que parecía ser, no era de esos tan modernos, con tapa y en blanco y negro que usaban por aquellos barrios. Se apoyó en una de las cajas más altas que quedaban a sus espaldas, se cruzó de brazos y la observó desde allí, atento a todo el sermón que, por fin, parecía que iba a soltarle. Joder, había estado deseando, demasiado además, el escuchar su voz. Cerró los ojos por unos segundos tras haber pensado en aquello, repitiéndose que eso no era propio de él, por lo que se perdió parte de las primeras palabras que ella había soltado entre sus labios aunque suponía que sería una especie de introducción sobre lo mucho que le había servido el pasar por la peluquería respecto a su misión. Volvió a escuchar, a prestarla atención, cuando escuchó “placer sexual”, pues fijó los ojos en los contrarios como si se tratasen de un imán, incluso alzó una de sus cejas y frunció el ceño, aunque aquello no era importante. O quizá sí. ¿Se había acostado con Kim Jae Joong o con alguno de sus subordinados? Tragó saliva y notó cómo su respiración se volvía más agitada, cómo se le cerraba uno de sus puños y sentía ganas de pegarle un puñetazo a cualquier cosa, o a cualquier persona, por lo que agradeció el estar lo suficientemente lejos de ella como para pasarse de bestia y lamentarse después. Pese a todo, se contuvo; supo hacerlo, gracias a Dios, y regresó a su estado de expectación y calma habitual. No tardó en fijar la mirada en el móvil que tanto había llamado su atención desde que lo sacó por primera vez, e incluso se interesó en trastear él con el aparato, pues aunque Zico no fuera tan bueno en tecnología como podrían serlo E.co o Elly, sabía apañárselas con esos cacharros. Al fin y al cabo, una vez tuvo uno de ese estilo, sin tapas rotas e, incluso, con teclas táctiles, por muy raro que pudiera parecer que aquel tiburón de tierra hubiera conocido de primera mano el lujo de la tecnología moderna. Ladeó la cabeza y alzó una de sus manos, logrando taparse parte de la boca en un gesto de aparente indiferencia para ocultar una pequeña sonrisa de orgullo al toparse de frente con la cartera y al enumerar cada una de las tarjetas que había sacado de ella. Por no decir que, ante el comentario sobre la cantidad de dinero que el tiparrajo había llevado en efectivo una vez, sus ojos no pudieron evitar abrirse de par en par. Dios, cuánto detestaba a ese tipo de personas, pero qué bien les venía a ellos. Eran tiempos difíciles, duros, jodidos como los que más, y el dinero en bonitos billetes nunca estaba mal. Ante el comentario sobre por qué había dicho que acabaría mañana con todo eso, sí que no pudo evitar soltar una seca carcajada, y fue entonces cuando se reincorporó y se acercó hacia ella, quedando todavía a unos pasos de distancia, pero pudiendo fijar sus ojos en condiciones en los contrarios. Bajó sus brazos de su pecho, dejándolos a cada lado de su cuerpo, y echó un vistazo por encima a todo lo que había traído, muchísimo más de lo que, en realidad, la había pedido. Pasó por alto toda la historia de amor-desamor y frustración que tenía la mujer de su banda con el renegado de los Ladons, pues era peor que uno de los doramas que solía ver su madre cuando él era joven, esos sobreactuados y sin recursos económicos. Sí, casi con los que tenían ellos. O eso parecía ser. Lo que sí le hizo asentir con la cabeza, fue el hecho de que Ga In hubiera accedido a usar la cabeza y no el calentón a la hora de no querer volver a saber nada de él. Al fin y al cabo, parecía ser que había gente con cerebro en su bando, y eso le hacía sentirse orgulloso, como si fuera un líder de cualquier otra organización, no de una banda de ladrones, asesinos y violadores. ¿Acaso podía estar orgulloso de ese tipo de gente? Bueno, él tampoco era menos que ellos; estaban hechos de la misma calaña, y no había nada más que hablar. Mientras hubiera comida y dinero, lo estaría.

En el momento en el que IU se cruzó de brazos, hizo regresar a sus ojos hacia el cuerpo ajeno, sin dejar que pasara desapercibida ni la más mínima curva que le hacía aquella prenda, pero sin ser descarado. Al fin y al cabo, tenía costumbre en investigar el terreno sin que fuera un canteo. En cambio, pese a la lección que le había dado la chica aquella noche, lo que más le sorprendió fue el último comentario que hizo, ese que recalcaba que había sido un error el que la hubiera dado un beso. No, ni siquiera un beso, sino un simple pico. Entonces fue cuando comprendió absolutamente todo: había estado tan distante porque su corazón se había acelerado por su culpa. Porque la insensible IU había comenzado a notar algo revolverse en su estómago, y no eran ganas de vomitar. Porque aquella misteriosa mujer que huía de las relaciones sexuales, incluso de los líos de una noche, se habría pasado, seguramente, largas noches pensando en lo que él había hecho. Rio fuerte, sin esconder su sorpresa en absoluto, y negó una sola vez con la cabeza, justo en el momento en el que se acercó del todo a ella, acortando toda la distancia que pudo haber habido entre ambos cuerpos. Alzó una de sus manos hasta su cintura de avispa, empujándola con algo de brusquedad contra él, y, tras mantener su mirada clavada en sus oscuros ojos, mucho más expresivos de lo que ella se pudiera creer, bajó el rostro hasta uno de los lados de su cabeza, hasta dejar sus labios a la altura de una de sus orejas. -¿Has estado tan distante por un simple beso, IU?–Chascó la lengua contra sus dientes inferiores y, antes de dejarla responder, bajó ambas manos hasta su cadera, y de ahí hasta sus muslos, de donde la cargó para que quedara a su altura y no tuviese que bajar la mirada, que inclinarse hacia abajo. Supo, desde el momento en el que se decidió a hacerlo, que por ende tendría que rodear su cuerpo con sus piernas quisiera o no, y cuando vio que así lo había hecho, negó dos veces más con su rostro, entrecerrando los ojos y clavando las yemas de sus dedos sobre la piel que dejaba ver aquella prenda que se le había subido incluso más al estar en aquella situación. –No creo que tengas motivos para ello. –Se movió de donde estaba, con ella cargada y seguro de que no se fuera a escapar, y poco tardó en pegarla a la puerta, cerrándola del todo, de un portazo provocado por el golpe. -Es decir, tan solo rocé mis labios contra los tuyos… Así.–Hincó sus dedos en el interior de sus muslos, y sin dudarlo por un segundo más, buscó con su boca la contraria y presionó sus gruesos labios contra los finos de aquella preciosidad que tenía en sus manos, literalmente. No cerró los ojos, los mantuvo fijos en los contrarios, entrecerrados pero fijos, atento de sus reacciones; y los movió con cuidado, humedeciendo los contrarios con los propios, recordando el tacto que éstos tenían, y que sin entender por qué ni cómo, tanto le había gustado. Se separó, poco a poco de ella, e hizo que le mirara de nuevo. –Tan sólo quiero aclarar una cosa. Lo ocurrido la semana pasada no fue ninguna gilipollez.–Se vio venir una bofetada en alguna de sus mejillas, y por eso, antes de llevarse el golpe, al aprovechar que ella había entreabierto los labios para hablar, quejarse o llamarle de todo, encajó su boca en la ajena una vez más, y fue entonces cuando empezó a notar que se iba relajando, aunque quizá fueran impresiones suyas, o ella se estuviera conteniendo para que la dejara en paz pronto. No lo sabía, pero tampoco le importaba nada más en aquel momento que el tenerla así para él. Retiró la diestra de su muslo y la alzó hasta donde acababa el vestido, donde coló sus dedos por un par de segundos antes de seguir avanzando en su camino hasta su cintura, aquella donde no le importaría perderse. Separó de nuevo sus bocas, antes de profundizar, y ladeó una pequeña sonrisa, rozando su nariz con la de la chica, y buscando de nuevo sus felinos ojos con los propios, llamando su atención para tratar de leer su pensamiento. –Si de verdad no quieres que esto siga pasando, sabes qué hacer, o mejor dicho, qué no hacer, para que pare. –Dijo aquellas palabras en una forma suave, pesada pero suave, y tras dejar pequeños mordiscos por la línea que dibujaba su clavícula, regresó a su boca, y fue entonces cuando supo que todo dependería de lo que decidiera hacer en aquel momento. No la forzaría a nada, lo que ella decidiera, lo mantendría. Mordió su labio inferior y tiró de su boca hacia la propia, presionando nuevamente sus –ahora rojizos- labios contra los de ella, donde quedaban pequeños restos de lo que antes había sido carmín, y no tardó en introducir su lengua en su boca, cerrando, ahora sí, sus ojos. Recorrió su interior hasta el último milímetro más escondido, jugando a que ella le aceptara, tentando a su lengua, a que no se quedara quieta. Tentándola, en definitiva, a ella, para que no se echara atrás. Siguió subiendo la misma mano, esta vez de la cintura hasta su espalda, y dibujó con sus largos y huesudos dedos, sobre la suave tela del vestido, la frágil línea de su columna, tratando, quizá, de darla la suficiente confianza de aquel modo; intentando, en definitiva, calmarla.
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